El incienso es en la actualidad una fragancia conocida universalmente y utilizada en casi todos los países.
Su uso con fines sagrados y curativos se remonta a hace miles de años cuando ya desde entonces nuestros antepasados quemaban gomas aromáticas en sus ritos religiosos para honrar a los dioses, puesto que consideraban que el humo del incienso conectaba la tierra con el cielo, es decir la parte mortal con la parte divina. Hoy en día sigue siendo considerado por muchas culturas y religiones un perfume sagrado, muy utilizado en ceremonias religiosas, en el misticismo, en los procesos de meditación y en los rituales. Además el incienso se usa también con fines terapéuticos e inclusive estéticos.
¿Cómo se hacen?
Las varitas de incienso usualmente se preparan con resinas aromáticas de origen vegetal, a las que se les suele añadir aceites de numerosas esencias, de forma que cuando se encienden desprenden un agradable aroma. El incienso se emplea tradicionalmente para aromatizar ambientes de una forma natural ya que gracias al olor que desprende se logra transmitir una sensación de paz y tranquilidad, por lo cual es muy habitual encontrar barritas de incienso en lugares donde se busca mantener el espacio libre de olores y de energías negativas como en centros donde se imparten clases de yoga, taichí o meditación.
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Debemos procurar escoger, entre los diferentes tipos de incienso que hay, el más adecuado para que su aroma se ajuste lo mejor posible al beneficio que pretendemos lograr o al objetivo que perseguimos conseguir. Podemos usar el humo balsámico que emana del incienso para potenciar nuestra paz interior, favorecer la clarividencia, inducir a estados místicos, ayudar a mejorar la concentración y la memoria, estimular actitudes positivas, reducir la ansiedad, ayudar a conciliar el sueño, promover el crecimiento espiritual, atraer cosas que se desean, proteger nuestros espacios de las malas vibraciones, trabajar las emociones, relajar cuerpo y mente, mejorar los estados de ánimo, aliviar tensiones, recuperar la armonía, etc.
Una herramienta al alcance de nuestra mano
Algunos tipos de incienso en concreto -como por ejemplo el sándalo, el palo santo, el jazmín, el cedro, el copal, el romero, la lavanda o la salvia blanca…- al arder liberan sus poderes mágicos y purificantes, por lo que estas variedades son las que mayormente se utilizan en los rituales de magia y hechicería. En estos rituales se ofrece el incienso a alguna divinidad a cambio de ayuda espiritual y también se busca inducir a través de su aroma a un estado místico óptimo que favorezca la clarividencia necesaria para conseguir éxito en las peticiones realizadas: limpieza de malas energías, anulación del mal de ojo, ceremonias de amarre, protección contra la envidia, realización de exorcismos, hacer conjuros, invocar a una deidad…
En definitiva, el incienso es una valiosa herramienta al alcance de nuestra mano que nos ayuda a equilibrar nuestro cuerpo, mente y espíritu. Además tiene la capacidad de transportarnos de un estado a otro a través del olfato, ya que este es el sentido más evocador que posee el ser humano. Con el incienso también podemos potenciar nuestra fuerza interior y conectar con el mundo de lo espiritual, algo que tanto se necesita hoy en día. Debemos aprender de nuestros antepasados y poner en valor las antiguas costumbres en que el hombre buscaba a través de los ritos protegerse contra las fuerzas negativas y atraer cambios positivos a su vida.